7. El crimen expresivo o el simulacro de gobernar
Hay relatos del crimen particularmente
brutales. Aquellos donde se presentan docenas, cientos, miles o millones de
cadáveres. Algunas palabras se han acuñado para designar esta muerte masiva:
asesinato colectivo, matanza, masacre, holocausto, etnocidio, genocidio, feminicidio;
y el crimen se narra en testimonios, novelas, películas, libros de historia y
otros más.
Estas muertes y sus relatos se han dado a
lo largo de la historia. En Latinoamérica, por ejemplo, el genocidio de la
población indígena durante la conquista relatado en Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) por
Bartolomé de las Casas, pero también en otras regiones del mundo. Dos casos más
recientes, presentes aún en la memoria global (de los que quieren recordar) son
suficientes: el holocausto perpetrado por los nazis (11 millones, 6 de ellos
judíos) y el genocidio perpetrado por la aventura colonial de Leopoldo II de
Bélgica, que tenía al Congo como propiedad privada (8 ó 10 millones, hasta
ahora no se puede precisar). El primero se relata en los libros de historia, en
los testimonios de sobrevivientes como en Si
esto es un hombre (1947) de Primo Levi, o en novelas como Sin destino (1975) de Imre Kertész,
entre los cientos que hay. El segundo, en una historia todavía no oficial, en
novelas como El corazón de las tinieblas
(1899) de Joseph Conrad o en el Informe
del Congo (1903) que Roger Casement presentó ante el gobierno británico. Hablan
de la muerte, de sus procedimientos, de la escala industrial, de la ofensa que
representa contra lo humano. Son relatos que se enfocan en las víctimas, sus
padecimientos y, también, su muerte; pero ninguno de ellos lo hace de manera
dominante en el cadáver de la víctima.