3. La ubicuidad
Una persona tiene un problema. Se acerca
a un árbol, piensa y repiensa en el problema y sospecha que tiene la solución.
Luego, va, hace lo que tiene que hacer, y resuelve el problema. Está feliz.
Recuerda al árbol, podría decirse que le trajo suerte. Otro día, está en un
dilema, se acerca al árbol porque cree que el árbol tiene buena vibra. Y en
efecto, allí junto al árbol, resuelve el dilema. Se dice con los días, con las
semanas, que ese árbol tiene algo
especial. Se convierte en su amuleto inmueble al que acude con esperanza y,
cada vez más, cierta fe. Incluso algunas veces va porque sí, porque lo carga o
la carga con energía positiva, porque allí se siente, como se dice, feliz.