5. El relato del
sicario o la focalización en la figura del criminal
Poco después de Bustos Domeq y “La muerte y la brújula”, de
esa agresión entrañable (como sería la deconstrucción para Derrida) a la figura
del detective, Borges hace un cambio radical en la estructura del relato
policial y pone el foco narrativo en la figura del criminal. “Emma Zunz” (1949)
es un claro ejemplo de cómo el género revoluciona. No es el primer relato del
crimen con la focalización puesta en la figura del criminal, ahí está de manera
incontestable Crimen y castigo, y
también, claro, Los miserables, Edipo rey, o Acaso no matan a los caballos de Horace McCoy, y otros más; pero “Emma
Zunz” se construye rigurosamente en relación a la mirada policial.
Uno se entera de la manera en que se ejecutó el crimen sólo
siguiendo a Emma: primero el plan, luego el asesinato. No existe la figura del
detective y su función es derivada al lector quien es finalmente el único,
además de Emma, que sabe la verdad. El móvil es vengar la injusticia cometida
contra el padre. No hay un procedimiento de investigación, pero si hay uno para
dar la muerte: Emma usa su cuerpo (desvirgado por un marinero la noche anterior
como parte del plan) para incriminar a Loewenthal, la víctima, y tener una
justificación para defender su honor y matarlo.