De cómo el género policial sufre algunas transformaciones de
acuerdo a ciertas experiencias del crimen en América Latina y da lugar a nuevas
formas narrativas. O de cómo estas formas narrativas se distancian del policial
clásico y la novela negra sin dejar de compartir algunos elementos estructurales
con ellos. Por tanto, ésta no es, en sentido estricto, una revisión del género
policial o negro en América Latina.
1. Repetición y figura
Algunos dicen, como Rodolfo Walsh, que el primer detective
de la historia fue Daniel y que el primer relato de investigación sería El libro de Daniel del Antiguo
Testamento. Otros, como Carlo Ginzburg datan este origen en una fecha más
reciente, Zadig de Voltaire, con
Zadig resolviendo enigmas y crímenes apelando al razonamiento deductivo. Y
otros, como Borges, señalan que el relato policial (no dice policíaco) se
inicia con Los asesinatos de la calle
Morgue de Edgar Allan Poe. Lo cierto es que para que el género sea género
tiene que repetirse y Poe propone una estructura narrativa, unos cuántos
elementos, un procedimiento, y empieza a repetirlos en otros relatos más.
La estructura narrativa, como se sabe, la ordena según la
secuencia: enigma-investigación-solución. Entre los elementos que propone, el
crimen y su resolución ocurren en un lugar cerrado, el procedimiento para
encontrar la verdad es un riguroso razonamiento lógico deductivo, y la figura
del detective (Auguste Dupin), se vuelve tal, una figura, porque aparece
repetidamente en varios relatos representando la misma actividad: investigando
un crimen. Es decir, no es alguien que alguna vez investigó y resolvió un
crimen.