1.5.16

Pintar en el aire/escribir en el aire


Sobre una visita a Jackson Pollock: A Collection Survey (1934-1954) en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, abril de 2016.
A Vicky Guerrero y Carlos Villacorta

¿Qué se pinta cuando se pinta?, ¿antes de que lo figurativo y lo no figurativo cobren forma?, ¿antes de que el sentido fragüe indicándonos las regiones del mundo? Pues, se pinta una superficie. Un lienzo cuyo cuerpo es una malla finísima de hilos, una tabla lisa o un tanto porosa, una lámina de papel sediento, una plancha de metal bruñido, una roca irisada en el estómago de una cueva, un muro de concreto, un cuenco de arcilla, cualquier cosa, algo, donde pueda buenamente asentarse la presión del pincel, la espátula o la brocha.
Allí el trabajo, por ejemplo, del pincel (guiado por la divina mano humana), frota la superficie, inunda los minúsculos poros de color, restriega una forma, concentra un relieve, se desliza en un trazo silencioso que abarca la extensión del brazo. Si es una espátula, o un grueso pincel que acarrea la densidad del óleo o el acrílico, cruje sobre el lienzo. Es el sonido fugaz, sin asidero en el conjunto pictórico, que anuncia el nacimiento del sentido. Un paisaje campestre, rostros que expresan la intensidad de la vida o su desaparición imprevista, intensidades expresionistas o impresionistas, el cromatismo retinto de las zonas altas del mundo, la ausencia de color, la luz o la oscuridad.
Primera sala

16.4.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (3/3)

 
3. La ubicuidad
Una persona tiene un problema. Se acerca a un árbol, piensa y repiensa en el problema y sospecha que tiene la solución. Luego, va, hace lo que tiene que hacer, y resuelve el problema. Está feliz. Recuerda al árbol, podría decirse que le trajo suerte. Otro día, está en un dilema, se acerca al árbol porque cree que el árbol tiene buena vibra. Y en efecto, allí junto al árbol, resuelve el dilema. Se dice con los días, con las semanas, que ese árbol tiene algo especial. Se convierte en su amuleto inmueble al que acude con esperanza y, cada vez más, cierta fe. Incluso algunas veces va porque sí, porque lo carga o la carga con energía positiva, porque allí se siente, como se dice, feliz.

2.4.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (2/3)


2. El saber
Alguien se interna en la Red y pregunta: ¿Cómo esconder las cosas de valor? Y le responden de inmediato con claros y contundentes consejos, en breves líneas o un video, que el mejor lugar es el lugar donde no podrían estar. Otra u otro decididamente va hacia el portal, digamos de Apple para averiguar sobre un adaptador de corriente USB o del Instituto Nacional de Estadística del Perú para averiguar sobre la paternidad o maternidad precoz en la Región Ucayali (¿cuántos son padres entre los trece y lo dieciséis?), y le responden con la precisión de las imágenes o los cuadros estadísticos. Pero también hay otros saberes que no están en la Red, por el momento. Entonces, otra u otro le pregunta a la abuela, o al abuelo que fue cocinero durante años en un barco mercante, cómo se prepara un revuelto de erizos porque quiere prepararlo él mismo o ella misma y porque no hay en el mundo un placer culinario más grande que ése. Luego, saciado el placer del cuerpo, lo embarga un sentimiento de solidaridad con el mundo y decide compartir la receta en la Red. Así, a veces lentamente, a veces con la celeridad del resplandor, la Red se lo va tragando todo. Su apetito de información es insaciable.

23.3.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (1/3)


1. La inmortalidad
En un pueblo, para resolver las riñas los odios las rivalidades entre iguales, y desiguales, o para poner a prueba deportivamente el poderío de cada uno, o simplemente para divertirse poniendo a prueba cierta astucia, se decide que todos los habitantes se enfrentan en un definitivo torneo de damas. Los niños con los niños, los jóvenes con los jóvenes, los adultos con los adultos, los ancianos con los ancianos. Incluso aquellos que no podrían como los recién nacidos o algunos enfermos o los paralíticos, tienen a sus madres, sus parientes, los amigos, algún ser caritativo, o cruel, que juega por ellos o junto a ellos. El asunto es que los que pierden desaparecen.

15.10.15

Ver para escribir: La mirada en la narrativa (peruana) / 1


¿Qué eventos, personajes o cosas miran los escritores (peruanos)?, ¿desde dónde lo hacen?, ¿cómo se modula esa mirada? Desde luego que hay cosas que se miran y otras que no se pueden o desean mirar. Y no hay duda de que cada escritor tiene derecho a mirar lo que quiera. Las interrogantes no apuntan a un deber, moral o de cualquier otra índole, que los escritores deban cumplir, sino a la configuración del relato. ¿Qué relación guarda esta mirada narrativa con la forma del relato?
Se puede responder que la mirada narrativa misma condiciona la forma del relato. O, como sugiere Bajtín, para el caso contrario, la forma del género (un manual de instrucciones, por ejemplo) prescribe la mirada a un tipo de acciones o cosas en particular (los pasos para construir una nave a escala, por ejemplo, y aquí no tiene cabida contar una historia social o personal). Es decir, también la forma del relato condiciona la mirada narrativa. ¿Pero cómo se manifiestan estas miradas narrativas? Veamos algunas.    
La mirada moderna y contramoderna
Dos grandes narradores como lo son Arguedas y Vargas Llosa miraban, o miran, siempre la sociedad, a su manera cada uno, por supuesto. El primero a través de su íntima experiencia de lo andino y el segundo a través de cierta ideología de lo moderno. Pero ambos, en todo caso, a partir de una profunda confianza en la novela como espacio para la discusión de asuntos sociales y políticos.

19.4.15

El relato del crimen: intento de una explicación formal y su correlato social (5/5)


7. El crimen expresivo o el simulacro de gobernar 

Hay relatos del crimen particularmente brutales. Aquellos donde se presentan docenas, cientos, miles o millones de cadáveres. Algunas palabras se han acuñado para designar esta muerte masiva: asesinato colectivo, matanza, masacre, holocausto, etnocidio, genocidio, feminicidio; y el crimen se narra en testimonios, novelas, películas, libros de historia y otros más.

Estas muertes y sus relatos se han dado a lo largo de la historia. En Latinoamérica, por ejemplo, el genocidio de la población indígena durante la conquista relatado en Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552) por Bartolomé de las Casas, pero también en otras regiones del mundo. Dos casos más recientes, presentes aún en la memoria global (de los que quieren recordar) son suficientes: el holocausto perpetrado por los nazis (11 millones, 6 de ellos judíos) y el genocidio perpetrado por la aventura colonial de Leopoldo II de Bélgica, que tenía al Congo como propiedad privada (8 ó 10 millones, hasta ahora no se puede precisar). El primero se relata en los libros de historia, en los testimonios de sobrevivientes como en Si esto es un hombre (1947) de Primo Levi, o en novelas como Sin destino (1975) de Imre Kertész, entre los cientos que hay. El segundo, en una historia todavía no oficial, en novelas como El corazón de las tinieblas (1899) de Joseph Conrad o en el Informe del Congo (1903) que Roger Casement presentó ante el gobierno británico. Hablan de la muerte, de sus procedimientos, de la escala industrial, de la ofensa que representa contra lo humano. Son relatos que se enfocan en las víctimas, sus padecimientos y, también, su muerte; pero ninguno de ellos lo hace de manera dominante en el cadáver de la víctima.   

22.2.15

El relato del crimen: intento de una explicación formal y su correlato social (4/5)


6. El relato del combatiente desmovilizado o la reducción de la política
En Centroamérica, particularmente en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, décadas de insurgencia política, represión dictatorial y guerra civil (cada país con un proceso histórico diferenciado, por supuesto) produjeron la militarización de la sociedad (docenas de miles en el ejército, la guerrilla, los paramilitares), una abrumadora cifra de cientos de miles de muertos y desaparecidos, la desestructuración familiar, y una diáspora que produjo otros cientos de miles de desplazados internos y de emigrados principalmente a los EEUU.
¿Qué otra cosa produjo este largo conflicto político? Llegada la paz, la literatura registró y construyó la figura del combatiente desmovilizado, en lo que se ha venido a llamar la narrativa de la postguerra a partir de fines de los años noventa del siglo pasado.