Cuando el narrador de Los
eunucos inmortales del escritor peruano Oswaldo Reynoso, piensa en escribir
una novela sobre China, se pregunta “¿cómo narrar?”. ¿Cómo caracterizar a un
personaje?, ¿cómo escribir un monólogo interior, si, después de haber vivido
más de diez años en China, no habla la lengua, no puede sostener una
conversación en chino, y su mundo se remite a sus contactos con los estudiantes
y la pequeña comunidad extranjera traductora y correctora de estilo que vive en
su hotel? Se dice entonces que escribir de esta manera va en contra de la ética
de la novela. ¿Qué implica una ética de la novela para este personaje escritor?
1. Narrar como
experiencia del otro
Este personaje decide escribir una novela bajo el formato de
la ficción del diario para dar cuenta de su estadía en China y particularmente
sobre aquellos días infaustos de la masacre de Tiananmen. Escribir entonces, se
hará posible debido al impacto que el otro, los amigos chinos, los extranjeros, el mundo a representar, tienen en él. Como lo dice Levinas cuando
reflexiona sobre la figura del testigo: “ '¡Heme aquí!' delante del otro; y por
el hecho de que, ante el otro, reconoce la responsabilidad que le incumbe, se
encuentra con que ha manifestado lo que el rostro del otro ha significado para
él” (Ética e Infinito). Es decir,
escribir es narrar la experiencia propia, la que uno tiene del otro.
2. Narrar con
responsabilidad y afecto
José María Arguedas afirmaba en un comentario crítico:
“¡Cuánto amor, cuánta audacia, y cuán grande sentido de la responsabilidad, de
las limitaciones; cuánto temor y humildad son necesarios para escribir una
novela!” (“¿Una novela sobre las barriadas?”). Arguedas siempre había señalado
que se debe conocer íntimamente (que es tal vez la forma más profunda de la
experiencia) lo que se va a narrar, y aquí al igual que en Reynoso, pero mucho
antes que él, sugiere que la condición de posibilidad de la escritura
novelística se juega en el ámbito de la ética. Así, la novela demandaría
responsabilidad y afecto por el mundo a ser representado.
3. La mediación
textual
Desde Cervantes y Don Quijote se piensa la escritura
novelística moderna como una escritura sobre otra escritura. La novela de
Cervantes, nos dice su editor-narrador es la traducción de un libro del
escritor arábigo, Cide Hamete Benegelí. Don Quijote mira el mundo a través de
las novelas de caballería. Para Cervantes y éste el texto de la mediación
es la otra novela o la ficción del otro: el romancier
medieval y el escritor arábigo; y la manera de conocerlo se da a través de la traducción, pero
la traducción de la mirada del otro sobre lo propio: la mirada del escritor
arábigo sobre don Quijote y el mundo de La mancha, la mirada de la novela de
caballería sobre el mundo castellano del siglo XVI. Aquí, por supuesto, estamos
ante el ingenio de Cervantes, que erige su escritura como límite, como final y
comienzo: como final del dominio de la mirada del otro (de la del loco don
Quijote que recupera la cordura antes de la muerte, de la traducción de los
romances del latín a las lenguas vernáculas y de la traducción del saber
“arábigo” a las lenguas modernas); y como comienzo de la consciencia de la
escritura propia, de la articulación narrativa propia que juega con la mirada
del otro como muestra de su ingenio, que sería el primer epos moderno.
4. La mediación
textual moderna
En la Francia del siglo XIX, Flaubert tiene como mediación
el texto del conocimiento: el texto del saber moderno (estudia incansablemente
sobre el “oriente” para escribir Salambó,
sobre medicina para Madame Bovary); aunque,
madame Bovary siga mirando el mundo a través de la novela: el folletín
romántico de heroínas y grandes amores; el bovarismo
como suele decir Ricardo Piglia. En Flaubert, como en buena parte de la
tradición de la novela moderna occidental hasta Vargas Llosa incluido, la traducción cervantina que provee el
conocimiento del otro es sustituida por el método, que permite el conocimiento “universal”
del mundo a través de los saberes (la biología, la sociología, la antropología,
etc.). Mientras Flaubert activa su imaginación romántica sobre estos saberes,
el narrador implícito de Madame Bovary
despliega una mirada imparcial y objetiva. El narrador no es más un traductor como en Don Quijote, sino un observador objetivo.
5. La mediación en
Arguedas y Reynoso
La responsabilidad por el mundo a representar hace que la
mediación textual opere en estos escritores sobre la palabra del otro. Es la
experiencia referida en la palabra del otro y la experiencia misma de la
palabra del otro, su contacto con ella. El mundo infinito articulado en quechua
y las canciones andinas en el caso de Arguedas; y la palabra de la poesía
china, del Tao, de los jóvenes estudiantes que protestan en la plaza de Tiananmen
en el caso de Reynoso. En el primero es una palabra que se vive y se oye
íntimamente, y que puede ser traducida o no; en el segundo es la palabra que se
entrevé, que canta, y que llega seductoramente a través de la traducción del
otro. La responsabilidad es la responsabilidad de sostener la palabra del otro
y mostrarse, uno mismo, a través de la palabra del otro. La responsabilidad es
responsabilidad porque se descubre una verdad en la palabra del otro humano (un
acontecimiento diría Badiou).
6. La responsabilidad
moderna
En la tradición moderna que inicia Flaubert, la
responsabilidad por el otro es derivada y neutralizada por el método, por el
saber "universal" del mundo que ahora sabemos era sólo un saber regional, el saber
de una región que conquistó el mundo. La responsabilidad se abre a la justicia
de la imparcialidad y la objetividad del saber que dice cómo es el mundo; se
abre a la responsabilidad por el método, por lo que éste prescribe sobre cómo
se debe conocer el mundo. Pero mucho antes, a fines del siglo XVIII, el descubrimiento
de la verdad del método había potenciado, como reacción, la búsqueda de la verdad a través de
la imaginación romántica. Entonces, la responsabilidad por el otro queda
atrapada en la tensión entre la reducción y regulación de la pulsión subjetiva
(del ingenio y de la flamígera imaginación romántica) y la verdad del mundo que
el método descubre.
(Otra cosa es la retórica
de la inocencia de Franco Moretti donde la responsabilidad se discute
frente al crimen).
7. La mediación
textual en Borges
Piglia habla de la narrativa borgiana como articulada en
función a la cita. Entonces, Borges sustituiría la traducción por la cita
como mecanismo de mediación textual. Pero la cita, no es sólo cita de la novela
(de caballerías) ni del saber (occidental u otro) ni de un texto real o
imaginario, sino de todos ellos. La cita es cita del universo textual. La
responsabilidad por el otro está en considerar su palabra, pero una palabra que
pertenece no al otro sino al mundo textual. El otro para Borges no está dentro
de la geografía social y cultural del mundo y sus saberes, sino que el otro es
el aleph textual, que también lo incluye a él mismo. La responsabilidad por el
otro es la responsabilidad por la palabra humana.
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