19.5.25

El destape de Palma o de la narrativa frívola en el Perú

¿Qué pasa cuando la sociedad colonial (aquella observada y legislada desde el punto de vista de la República de Españoles) se convierte en la sociedad criolla moderna peruana, la que viene después de la independencia, donde aún persiste el chisme de la Lima chismosa?

Hannah Arendt señalaba que la sociedad moderna es una esfera híbrida donde los intereses privados adquieren significado público. ¿De qué manera los intereses privados adquirieron un significado público en la naciente sociedad peruana? Y, más aún, lo privado moderno, señalaba Arendt, tiene como función más apropiada proteger lo íntimo, aquello que hacemos con nuestro cuerpo o entorno a nuestro cuerpo alejado de la mirada de los demás. ¿Qué pasa con esta relación de lo público y lo privado en la naciente sociedad criolla peruana?

1. El chisme, un género discursivo
Sabemos que el chisme es un género discursivo. Lo usamos para comunicar cosas que “nadie” sabe o nuestro interlocutor o interlocutora no sabe, y que se las presentamos envueltas en el aura del secreto (¡A que no sabes! ¡Te cuento la última!). El chisme produce complicidad e interés entre los interlocutores. Va, por lo general, de lo privado a lo público. Trata sobre terceros e implica una valoración de estos terceros. Discute lo que es impropio para la esfera pública y que por eso mismo se ha mantenido como privado. Aquello que, articulado y revelado por el chisme, pica, escuece, escandaliza. Y, claro, podría ser terriblemente destructivo también. Chismear es narrar algo secreto para quien oye. 

23.7.24

¿El lugar de la nación?

Hay dos macro discursos que posicionan temporal, política y moralmente a la nación peruana. Uno se condensa en las disquisiciones de Zavalita, el personaje de Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa, que pueden resumirse en la pregunta: ¿En qué momento se jodió el Perú? El otro, en las reflexiones intelectuales de González Prada, Mariátegui, Basadre y las distintas versiones del mito de Inkarrí. 

Para el primero la nación existe y está en decadencia. Se constituyó en el pasado y ahora tiene problemas: está “jodida”. La pregunta en cuestión es una falsa pregunta o una pregunta de clase, dado que, para algunos, un sector privilegiado, la nación funcionó como tal, aunque sea precariamente, aunque sea un mito. Fue operativa y ahora (o desde el momento de la pregunta) está “jodida”. Pero para millones de otras personas y sus antepasados que estuvieron siempre “jodidos”, nunca fue, nunca se constituyó para ellos. O simplemente era una nación, allá, que los “jodía”. 

 

Para el segundo, la nación está por concretarse, todavía no es, su lugar es el futuro. Manuel González Prada dijo: ¿Por qué desesperar?, eduquen a lo indios y verán (los verdaderos peruanos); José Carlos Mariátegui soñaba y reflexionaba sobre “la nación futura”, una nación indosocialista; Jorge Basadre hizo un diagnóstico: Perú: problema y posibilidad. José María Arguedas propuso un modelo de nación en Todas las sangres; Aníbal Quijano, siguiendo a Mariátegui y Arguedas, sugirió una ruta en “Lo público y lo privado”. 

 

1.5.16

Pintar en el aire/escribir en el aire


Sobre una visita a Jackson Pollock: A Collection Survey (1934-1954) en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, abril de 2016.
A Vicky Guerrero y Carlos Villacorta

¿Qué se pinta cuando se pinta?, ¿antes de que lo figurativo y lo no figurativo cobren forma?, ¿antes de que el sentido fragüe indicándonos las regiones del mundo? Pues, se pinta una superficie. Un lienzo cuyo cuerpo es una malla finísima de hilos, una tabla lisa o un tanto porosa, una lámina de papel sediento, una plancha de metal bruñido, una roca irisada en el estómago de una cueva, un muro de concreto, un cuenco de arcilla, cualquier cosa, algo, donde pueda buenamente asentarse la presión del pincel, la espátula o la brocha.
Allí el trabajo, por ejemplo, del pincel (guiado por la divina mano humana), frota la superficie, inunda los minúsculos poros de color, restriega una forma, concentra un relieve, se desliza en un trazo silencioso que abarca la extensión del brazo. Si es una espátula, o un grueso pincel que acarrea la densidad del óleo o el acrílico, cruje sobre el lienzo. Es el sonido fugaz, sin asidero en el conjunto pictórico, que anuncia el nacimiento del sentido. Un paisaje campestre, rostros que expresan la intensidad de la vida o su desaparición imprevista, intensidades expresionistas o impresionistas, el cromatismo retinto de las zonas altas del mundo, la ausencia de color, la luz o la oscuridad.
Primera sala

16.4.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (3/3)

 
3. La ubicuidad
Una persona tiene un problema. Se acerca a un árbol, piensa y repiensa en el problema y sospecha que tiene la solución. Luego, va, hace lo que tiene que hacer, y resuelve el problema. Está feliz. Recuerda al árbol, podría decirse que le trajo suerte. Otro día, está en un dilema, se acerca al árbol porque cree que el árbol tiene buena vibra. Y en efecto, allí junto al árbol, resuelve el dilema. Se dice con los días, con las semanas, que ese árbol tiene algo especial. Se convierte en su amuleto inmueble al que acude con esperanza y, cada vez más, cierta fe. Incluso algunas veces va porque sí, porque lo carga o la carga con energía positiva, porque allí se siente, como se dice, feliz.

2.4.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (2/3)


2. El saber
Alguien se interna en la Red y pregunta: ¿Cómo esconder las cosas de valor? Y le responden de inmediato con claros y contundentes consejos, en breves líneas o un video, que el mejor lugar es el lugar donde no podrían estar. Otra u otro decididamente va hacia el portal, digamos de Apple para averiguar sobre un adaptador de corriente USB o del Instituto Nacional de Estadística del Perú para averiguar sobre la paternidad o maternidad precoz en la Región Ucayali (¿cuántos son padres entre los trece y lo dieciséis?), y le responden con la precisión de las imágenes o los cuadros estadísticos. Pero también hay otros saberes que no están en la Red, por el momento. Entonces, otra u otro le pregunta a la abuela, o al abuelo que fue cocinero durante años en un barco mercante, cómo se prepara un revuelto de erizos porque quiere prepararlo él mismo o ella misma y porque no hay en el mundo un placer culinario más grande que ése. Luego, saciado el placer del cuerpo, lo embarga un sentimiento de solidaridad con el mundo y decide compartir la receta en la Red. Así, a veces lentamente, a veces con la celeridad del resplandor, la Red se lo va tragando todo. Su apetito de información es insaciable.

23.3.16

Tres historias sobre el infinito o los atributos de la divinidad (1/3)


1. La inmortalidad
En un pueblo, para resolver las riñas los odios las rivalidades entre iguales, y desiguales, o para poner a prueba deportivamente el poderío de cada uno, o simplemente para divertirse poniendo a prueba cierta astucia, se decide que todos los habitantes se enfrentan en un definitivo torneo de damas. Los niños con los niños, los jóvenes con los jóvenes, los adultos con los adultos, los ancianos con los ancianos. Incluso aquellos que no podrían como los recién nacidos o algunos enfermos o los paralíticos, tienen a sus madres, sus parientes, los amigos, algún ser caritativo, o cruel, que juega por ellos o junto a ellos. El asunto es que los que pierden desaparecen.

15.10.15

Ver para escribir: La mirada en la narrativa (peruana) / 1


¿Qué eventos, personajes o cosas miran los escritores (peruanos)?, ¿desde dónde lo hacen?, ¿cómo se modula esa mirada? Desde luego que hay cosas que se miran y otras que no se pueden o desean mirar. Y no hay duda de que cada escritor tiene derecho a mirar lo que quiera. Las interrogantes no apuntan a un deber, moral o de cualquier otra índole, que los escritores deban cumplir, sino a la configuración del relato. ¿Qué relación guarda esta mirada narrativa con la forma del relato?
Se puede responder que la mirada narrativa misma condiciona la forma del relato. O, como sugiere Bajtín, para el caso contrario, la forma del género (un manual de instrucciones, por ejemplo) prescribe la mirada a un tipo de acciones o cosas en particular (los pasos para construir una nave a escala, por ejemplo, y aquí no tiene cabida contar una historia social o personal). Es decir, también la forma del relato condiciona la mirada narrativa. ¿Pero cómo se manifiestan estas miradas narrativas? Veamos algunas.    
La mirada moderna y contramoderna
Dos grandes narradores como lo son Arguedas y Vargas Llosa miraban, o miran, siempre la sociedad, a su manera cada uno, por supuesto. El primero a través de su íntima experiencia de lo andino y el segundo a través de cierta ideología de lo moderno. Pero ambos, en todo caso, a partir de una profunda confianza en la novela como espacio para la discusión de asuntos sociales y políticos.